Desde
mediados de año, decenas de familias inician la recolección de papel, cartón y
madera, para la elaboración de los muñecos -que con el paso del tiempo lograron
desplazar a los de ropa vieja, viruta o paja-, y se quemarán el 31 de diciembre
en el país.
Los
primeros días del último mes del año, cientos de comerciantes se apoderan de
las aceras a lo largo de la calle 6 de Marzo, desde Capitán Nájera hasta El
Oro, para exhibir su producción de los llamados “año viejo”.
El
viernes 7 en esta intersección, Pedro Baque empieza a desembarcar de una
camioneta parte de los 100 monigotes que con su familia fabricó para vender
este 2012.
Entre
sus personajes están La Rana René, El Increíble Hulk, Mini Mouse, con su vestido de lunares, y muchos otros
diseños salidos de las tiras cómicas o de personajes de ciencia ficción.
Baque,
quien aprendió el oficio solo viendo, optó este
año por salir a la calle para ganar un poco más dinero y seguir
produciendo, ya que si se queda en su taller del Guasmo Norte, tal vez no le vaya
a ir también como espera en el centro de la urbe.
“Para
empezar invierto cerca de mil dólares, pero este precio se va incrementando y
siempre termino gastando más, según la demanda que tenga”, cuenta el artesano,
quien muchas veces ha tenido que contratar a más personas para atender la
demanda. “Ellos ganan por día 15 dólares que semanalmente representan 300
dólares en personal”.
El paso de los años
Los
tiempos cambian y las costumbres también. En estos días es difícil ver en los
hogares, a las familias reunidas para coser la ropa y rellenarla de viruta y
colocarle la careta moldeada en papel, con barba de algodón o simplemente pintada
en blanco.
Ahora
para facilitar la fabricación, los obreros recurren a los “moldes” que les
permiten hacer monigotes en poco tiempo,
como si se tratase de una producción en serie de cualquier empresa.
“Los
muñecos de aserrín quedaron a un lado, porque ahora toda la gente pide cómics y
dibujos animados”, señale Baque, cuyos muñecos varían de precio dependiendo de
su tamaño. Así por ejemplo los pequeños cuestan 20 dólares y los más grades 180
dólares.
Muñecos de 2 metros
A
pocos metros de ahí estaba Ruth Reyes, sentada en una silla blanca, cuidando un
ejército de monigotes que su esposo ha elaborado, para sortear en algo la
crisis económica que los agobia.
La
pareja lleva 10 años en el negocio. Su marido, Hernán Cuenca aprendió a
elaborarlos empíricamente gracias a su habilidad por el dibujo, comenta Ruth,
quien al mismo tiempo menciona los precios de sus muñecos que alcanzan los 2
metros y más.
El
dúo fabrica 60 muñecos y un Spiderman lo pueden vender en 100 dólares, “pero
hay otros más pequeños, de 40 o 20 dólares, cuyo precio varía según el acabado”.
“Mi
esposo es la persona que lleva el arte en las manos y mis hijos lo ayudan”,
señala la mujer esperando que algún cliente se acerque a cotizar sus gigantes
de papel.
Pero
no todo es fácil para los artesanos, pues la mayoría de ellos debe pagar 60
dólares por el alquiler de los portales de las casas ubicadas en la tradicional
vía, donde los últimos días del fin de año se aprecia más muñecos que personas.
Conserva tradición
Pese
a que la forma tradicional de hacer un muñeco ha desaparecido, don Agapito González
Pérez, aún los hace en madera y armado con periódicos, almidón y pintura.
Lo
encontramos en su zapatería en Calicuchima entre 6 de Marzo y Ambato, dándole
los últimos toques a una imitación del “compañerito” Rafael Correa y a Condorito
y su novia Yayita.
“Lo
hice por aventura al presidente”, indica el escultor graduado en Bellas Artes,
quien considera que hacer un año viejo para él es lo más fácil, a pesar que
ostenta muchos oficios más.
Al
preguntarle qué significado tiene la quema de los muñecos, don Agapito precisa
que solo es una costumbre y que nada tiene que ver con todo lo que a una
persona le haya ocurrido en este tiempo.
“Hay
gente que le cae a patadas, como que si con eso se va a acabar los malos
augurios para el siguiente año”, observa el hombre, quien también fabrica
caretas.
Este
personaje manifiesta que su trabajo lo inicia ni bien termina el año, porque
prácticamente lo hace solo. “Yo empiezo a realizar los muñecos en enero”.
Los aserríos
Otro
de los que añora la confección original de los muñecos es Alex Moreno,
propietario de un taller de madera en Coronel y Camilo Destruge.
“Hace
10 años vendía unos 800 sacos de viruta a un dólar, pero ahora tengo que pagar
a alguien para que se la lleve o
regalarla, porque nadie viene a comprar”, explica Moreno, a la vez de
incluso citar que antes se hacían los concursos de años viejos, para criticar a
los personajes públicos.
“Ahora
todo eso se ha perdido. Los muñecos son de caricaturas que no tienen nada que
ver con la sátira política que se implementó en esa época”, dice.
Y es
que en la década de los 70, había muchos aserraderos en Guayaquil, pero casi
han desaparecido, lo que -acota don Alex- es que existen pequeños talleres de
madera, donde solo se corta la madera y se la vende.
¿Por
qué quemamos un año viejo?
Según
el semiólogo Carlos Rojas González, en el Ecuador se quema un muñeco el 31 de
diciembre, porque así se trata de acabar con la suerte mala y tener una
esperanza para el siguiente.
Dice
que podría pensarse que una persona quemó un año y después los demás siguieron
haciéndolo por imitación, pero no existe un dato que señale cómo empezó esta
costumbre. “Lo que está claro es que para la gente, quemar un monigote es la
terminación de un año y que es común la quema de personajes queridos o
aborrecidos”.
Dentro
de esta costumbre, Rojas observa que primero se queman a personajes que se
quieren mucho, como los actores de cine (o artistas) porque hay una identidad
con ellos y se está perennizando su forma de ser.
“El
año pasado quemaron a Michael Jackson, y quienes lo hicieron eran fanáticos de
él. Hay una conjunción entre el quemante y el quemado porque después de la
muerte, pasan a no morir nunca. Entonces ellos quemaron a alguien, pero al
quemarlo, quemaron una falsa estampa y a la vez lo llevan dentro, lo van a
llevar para siempre”.
En
el otro caso, es algo eufórico, la venganza. “Quememos a alguien porque no
quiero que aparezca otra vez en la escena sea política, cultural o lo que sea,
por antipatía”.
Así
sucede con monigotes de jugadores y otras expresiones públicas. “El fútbol es
una pasión inducida a disfrutar de algo que aparentemente uno no lo ve
interesante. Hay moda e inducción en el fútbol, porque desde niños los llevan al
estadio”.
Rojas
también destaca que en la quema hay una representación hiperbólica del hombre. “Los
queman por buenos o por malos”.
Y en
nuestra cultura parte indígena, hay la concepción del fuego como purificante.
“El 31 de diciembre Guayaquil está encendido. Inconscientemente se busca un
retorno al fuego, se busca lo natural, contra lo artificial, que en este caso
es la electricidad”..
Por: Romina Cordoba
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