viernes, 14 de diciembre de 2012

Nuevas caras se queman este año


Desde mediados de año, decenas de familias inician la recolección de papel, cartón y madera, para la elaboración de los muñecos -que con el paso del tiempo lograron desplazar a los de ropa vieja, viruta o paja-, y se quemarán el 31 de diciembre en el país.
Los primeros días del último mes del año, cientos de comerciantes se apoderan de las aceras a lo largo de la calle 6 de Marzo, desde Capitán Nájera hasta El Oro, para exhibir su producción de los llamados “año viejo”.
El viernes 7 en esta intersección, Pedro Baque empieza a desembarcar de una camioneta parte de los 100 monigotes que con su familia fabricó para vender este 2012.
Entre sus personajes están La Rana René, El Increíble Hulk, Mini Mouse,  con su vestido de lunares, y muchos otros diseños salidos de las tiras cómicas o de personajes de ciencia ficción.
Baque, quien aprendió el oficio solo viendo, optó este  año por salir a la calle para ganar un poco más dinero y seguir produciendo, ya que si se queda en su taller del Guasmo Norte, tal vez no le vaya a ir también como espera en el centro de la urbe.
“Para empezar invierto cerca de mil dólares, pero este precio se va incrementando y siempre termino gastando más, según la demanda que tenga”, cuenta el artesano, quien muchas veces ha tenido que contratar a más personas para atender la demanda. “Ellos ganan por día 15 dólares que semanalmente representan 300 dólares en personal”.

El paso de los años
Los tiempos cambian y las costumbres también. En estos días es difícil ver en los hogares, a las familias reunidas para coser la ropa y rellenarla de viruta y colocarle la careta moldeada en papel, con barba de algodón o simplemente pintada en blanco.
Ahora para facilitar la fabricación, los obreros recurren a los “moldes” que les permiten hacer monigotes en  poco tiempo, como si se tratase de una producción en serie de cualquier empresa.
“Los muñecos de aserrín quedaron a un lado, porque ahora toda la gente pide cómics y dibujos animados”, señale Baque, cuyos muñecos varían de precio dependiendo de su tamaño. Así por ejemplo los pequeños cuestan 20 dólares y los más grades 180 dólares.

Muñecos de 2 metros
A pocos metros de ahí estaba Ruth Reyes, sentada en una silla blanca, cuidando un ejército de monigotes que su esposo ha elaborado, para sortear en algo la crisis económica que los agobia.
La pareja lleva 10 años en el negocio. Su marido, Hernán Cuenca aprendió a elaborarlos empíricamente gracias a su habilidad por el dibujo, comenta Ruth, quien al mismo tiempo menciona los precios de sus muñecos que alcanzan los 2 metros y más.
El dúo fabrica 60 muñecos y un Spiderman lo pueden vender en 100 dólares, “pero hay otros más pequeños, de 40 o 20 dólares, cuyo precio varía según el acabado”.
“Mi esposo es la persona que lleva el arte en las manos y mis hijos lo ayudan”, señala la mujer esperando que algún cliente se acerque a cotizar sus gigantes de papel.
Pero no todo es fácil para los artesanos, pues la mayoría de ellos debe pagar 60 dólares por el alquiler de los portales de las casas ubicadas en la tradicional vía, donde los últimos días del fin de año se aprecia más muñecos que personas.

Conserva tradición
Pese a que la forma tradicional de hacer un muñeco ha desaparecido, don Agapito González Pérez, aún los hace en madera y armado con periódicos, almidón y pintura.
Lo encontramos en su zapatería en Calicuchima entre 6 de Marzo y Ambato, dándole los últimos toques a una imitación del “compañerito” Rafael Correa y a Condorito y su novia Yayita.
“Lo hice por aventura al presidente”, indica el escultor graduado en Bellas Artes, quien considera que hacer un año viejo para él es lo más fácil, a pesar que ostenta muchos oficios más.
Al preguntarle qué significado tiene la quema de los muñecos, don Agapito precisa que solo es una costumbre y que nada tiene que ver con todo lo que a una persona le haya ocurrido en este tiempo.
“Hay gente que le cae a patadas, como que si con eso se va a acabar los malos augurios para el siguiente año”, observa el hombre, quien también fabrica caretas.
Este personaje manifiesta que su trabajo lo inicia ni bien termina el año, porque prácticamente lo hace solo. “Yo empiezo a realizar los muñecos en enero”.

Los aserríos
Otro de los que añora la confección original de los muñecos es Alex Moreno, propietario de un taller de madera en Coronel y Camilo Destruge.
“Hace 10 años vendía unos 800 sacos de viruta a un dólar, pero ahora tengo que pagar a alguien para que se la lleve o  regalarla, porque nadie viene a comprar”, explica Moreno, a la vez de incluso citar que antes se hacían los concursos de años viejos, para criticar a los personajes públicos.
“Ahora todo eso se ha perdido. Los muñecos son de caricaturas que no tienen nada que ver con la sátira política que se implementó en esa época”, dice.
Y es que en la década de los 70, había muchos aserraderos en Guayaquil, pero casi han desaparecido, lo que -acota don Alex- es que existen pequeños talleres de madera, donde solo se corta la madera y se la vende.
¿Por qué quemamos un año viejo?
Según el semiólogo Carlos Rojas González, en el Ecuador se quema un muñeco el 31 de diciembre, porque así se trata de acabar con la suerte mala y tener una esperanza para el siguiente.
Dice que podría pensarse que una persona quemó un año y después los demás siguieron haciéndolo por imitación, pero no existe un dato que señale cómo empezó esta costumbre. “Lo que está claro es que para la gente, quemar un monigote es la terminación de un año y que es común la quema de personajes queridos o aborrecidos”.
Dentro de esta costumbre, Rojas observa que primero se queman a personajes que se quieren mucho, como los actores de cine (o artistas) porque hay una identidad con ellos y se está perennizando su forma de ser.
“El año pasado quemaron a Michael Jackson, y quienes lo hicieron eran fanáticos de él. Hay una conjunción entre el quemante y el quemado porque después de la muerte, pasan a no morir nunca. Entonces ellos quemaron a alguien, pero al quemarlo, quemaron una falsa estampa y a la vez lo llevan dentro, lo van a llevar para siempre”.
En el otro caso, es algo eufórico, la venganza. “Quememos a alguien porque no quiero que aparezca otra vez en la escena sea política, cultural o lo que sea, por antipatía”.
Así sucede con monigotes de jugadores y otras expresiones públicas. “El fútbol es una pasión inducida a disfrutar de algo que aparentemente uno no lo ve interesante. Hay moda e inducción en el fútbol, porque desde niños los llevan al estadio”.
Rojas también destaca que en la quema hay una representación hiperbólica del hombre. “Los queman por buenos o por malos”.
Y en nuestra cultura parte indígena, hay la concepción del fuego como purificante. “El 31 de diciembre Guayaquil está encendido. Inconscientemente se busca un retorno al fuego, se busca lo natural, contra lo artificial, que en este caso es la electricidad”..


Por: Romina Cordoba

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