sábado, 10 de noviembre de 2012

Un discurso muy repetido


La juventud ayer dormía. Era muy inactiva e inclusive quemeimportista.  Progresivamente fue transformándose hasta ser el punto objetivo de los más importantes procesos democráticos. Realidad que se puede contrastar ante una pregunta.  ¿A los jóvenes les interesa participar en lo que ha dispuesto el marco constitucional actual?

El voto facultativo en los jóvenes de 16 y 17 años es tan solo  parte del  llamado  a la participación, que se viene manifestando en otros escenarios sociales tanto de países desarrollados como tercermundistas.   Pero este llamado suele generar diferentes respuestas. Una parte de la juventud está en disposición de responder al llamado; mientras otra, que representa a  la gran mayoría, “no quiere complicarse la vida”.

Se trata de un problema cultural que impide cambiar la direccionalidad del país, ignorando lo que los poderes hacen, las repercusiones que causan, los intereses que persiguen aquellos contaminados de corrupción.  Con qué derecho podemos expresar mañana, cuando de la juventud  solo quedara la “diversión vivida” (las fiestas, los viajes, los panas), el derecho de exigir justicia, si hoy no nos estamos formando para ser esos sujetos que la ejecuten.  
                                                     
Una “juventud mezquina” la llamaría, de no ser por ese porcentaje de activistas, que aunque sin salir a manifestarse  a las calles, revolucionan el presente con ideales de progreso.  Ellos están interviniendo en los espacios mediáticos, en espacios sociales y académicos, representando el mayor número de estudiantado en la historia del Ecuador.

Aquella realidad que al parecer es alentadora, demanda el sacrificio equivalente a no solo  estudiar con dedicación, aspirando  que se retribuya una educación de calidad (eso en los mejores de los casos). El mayor sacrificio, y que representa un verdadero problema para la mayoría de jóvenes, es “pagar tanto” por lo que se supone que fuere un derecho.

Frente a eso, yo estoy completamente segura que lo que hacen y logran los jóvenes ecuatorianos no es reconocido por la sociedad; y es que al parecer  una constitución le apuesta más a la juventud que la propia familia, e incluso que las instituciones educativas.
Las universidades privadas hacen un canje cada vez más costoso. El sacrificio ya no es solo por “pagar tanto”, es también por destinar el dinero, que podría terminar pagando otro tipo de bien,  al pago de una mensualidad que alcanza un promedio de quinientos dólares.

La aspiración de los tantos que repetimos este discurso modificó la intención de cambiar el pensamiento de quienes actualmente tienen el poder. Es poco probable que la educación sea realmente un derecho, por ejemplo; ella es segmentada. Ahora, las aspiraciones se reducen a ese grupo humano que hoy es joven y asume la necesidad de “complicarse la vida”. Para ellos, el discurso  seguirá siendo repetido.

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