La juventud ayer dormía. Era muy
inactiva e inclusive quemeimportista.
Progresivamente fue transformándose hasta ser el punto objetivo de los
más importantes procesos democráticos. Realidad que se puede contrastar ante
una pregunta. ¿A los jóvenes les
interesa participar en lo que ha dispuesto el marco constitucional actual?
El voto facultativo en los jóvenes de
16 y 17 años es tan solo parte del llamado
a la participación, que se viene manifestando en otros escenarios
sociales tanto de países desarrollados como tercermundistas. Pero este llamado suele generar diferentes
respuestas. Una parte de la juventud está en disposición de responder al
llamado; mientras otra, que representa a
la gran mayoría, “no quiere complicarse la vida”.
Se trata de un problema cultural que
impide cambiar la direccionalidad del país, ignorando lo que los poderes hacen,
las repercusiones que causan, los intereses que persiguen aquellos contaminados
de corrupción. Con qué derecho podemos
expresar mañana, cuando de la juventud
solo quedara la “diversión vivida” (las fiestas, los viajes, los panas),
el derecho de exigir justicia, si hoy no nos estamos formando para ser esos
sujetos que la ejecuten.
Una “juventud mezquina” la llamaría,
de no ser por ese porcentaje de activistas, que aunque sin salir a
manifestarse a las calles, revolucionan
el presente con ideales de progreso.
Ellos están interviniendo en los espacios mediáticos, en espacios
sociales y académicos, representando el mayor número de estudiantado en la
historia del Ecuador.
Aquella realidad que al parecer es
alentadora, demanda el sacrificio equivalente a no solo estudiar con dedicación, aspirando que se retribuya una educación de calidad
(eso en los mejores de los casos). El mayor sacrificio, y que representa un
verdadero problema para la mayoría de jóvenes, es “pagar tanto” por lo que se
supone que fuere un derecho.
Frente a eso, yo estoy completamente
segura que lo que hacen y logran los jóvenes ecuatorianos no es reconocido por
la sociedad; y es que al parecer una
constitución le apuesta más a la juventud que la propia familia, e incluso que
las instituciones educativas.
Las universidades privadas hacen un
canje cada vez más costoso. El sacrificio ya no es solo por “pagar tanto”, es
también por destinar el dinero, que podría terminar pagando otro tipo de
bien, al pago de una mensualidad que
alcanza un promedio de quinientos dólares.
La aspiración de los tantos que
repetimos este discurso modificó la intención de cambiar el pensamiento de
quienes actualmente tienen el poder. Es poco probable que la educación sea
realmente un derecho, por ejemplo; ella es segmentada. Ahora, las aspiraciones
se reducen a ese grupo humano que hoy es joven y asume la necesidad de
“complicarse la vida”. Para ellos, el discurso
seguirá siendo repetido.
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