jueves, 29 de noviembre de 2012

Periodismo y séptimo arte


El cine y el periodismo han ido de la mano muchas veces. Sin ir muy lejos, Superman trabaja como periodista en el Daily Planet. La identidad secreta de Clark Kent no es la única historia de una redacción que se ha llevado al cine, ni será la última. El periodismo tiene algo que atrae al séptimo arte. 

Reporteros de guerra, editores sin escrúpulos, periodistas que denuncian la corrupción y la mafia; el cine ha buscado constantemente la referencia del periodismo como tema de cabecera.

El papel del periodista es presentado en varias facetas: buscar la honradez como elemento noticioso, condenar la corrupción y la prevaricación en la política y en la sociedad, como se evidencia en la película “Todos los hombres del presidente”. En otras ocasiones, el papel se invierte y el periodista va en contra de sus políticas editoriales para responder a su ética o intereses personales como lo vemos en la película “La sombra del poder”.

La primera, es una historia en la que vemos como el periodismo de investigación sufre de grandes dificultades para destapar la verdad por los problemas que tienen con las autoridades del estado. Vemos como el poder tiende a corromperse y por tanto a ocultar su corruptela, pero un grupo mediático es consciente de la importancia de abrir el camino a la verdad y lucha con todas sus fuerzas contra la censura que se le pretende imponer y todo gracias a los dos periodistas que se dejan la piel en la investigación. Los periodistas del Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein se apropiaron de la historia y la mantuvieron a pesar de las dudas, los desmentidos y el desaliento. Sus descubrimientos desencadenarán el llamado «caso Watergate», que provocó la dimisión del presidente Richard Nixon.

Se trata de una película llena de intrigas y con mucha historia, la historia de dos intrépidos reporteros que se atrevieron a contar la historia de lo sucedido, no solo destapó un escándalo de espionaje que implicaba a la Casa Blanca y al propio presidente de los Estados Unidos Nixon sino que también, evidenció los desesperados intentos del mandatario por entorpecer la investigación judicial.

En la segunda, el representante del cuarto poder es Cal McAffrey, un periodista de vieja escuela del agonizante Washington Globe, encargado del reportaje del caso de Sarah Baker y el asesinato de otras 3, quien en su búsqueda de la verdad inmiscuye una serie de intereses personales, entre ellos su amistad coincidente con Collins, un político implicado en este caso. Este es el escenario de “La sombra del poder”, un filme que expone la delgada línea que existe entre el periodismo con el mundo político y las corporaciones, más específicamente la relación entre corrupción – poder en la que los medios de comunicación se convierten en totales inquisidores. La película nos demuestra varias facetas del periodismo en toda esta parafernalia de acontecimientos.

En primer lugar, se demuestra un periodismo ambivalente, en el sentido de que hay una búsqueda ambigua de la verdad. Se ve a un periodista (McAffrey) que durante la investigación del caso de Baker va descubriendo una serie de secretos que hacen temblar estructuras del estado lo cual lo hacen unir las piezas, obsesionarse por encontrar la verdad y que al final se convierte en el héroe de la noticia. Paralelamente, vemos a un hombre que no escatima en nada con tal de cuidar la imagen de su ex compañero de banca (Collins), hasta llega a infligir la ley grabando entrevistas sin consentimiento, como McAffrey le llama, “Periodismo del bueno”. Su intento de darle otro punto de vista mediático al hecho demuestra lo tendencioso que puede llegar a ser un medio de comunicación.

La desoladora realidad de un periódico que esté de baja y que le da un carácter de salvavidas a la primicia, demuestra a un periodismo eminentemente lucrativo. Los duros del Washington deciden darle muerte a la noticia que desarrollaba McAffrey y deciden que nada se publique al menos de que provenga de fuentes oficiales. La noticia una vez más se convierte en mercancía y el rigor periodístico pasa a segundo plano. Otra de las realidades que se exponen en el filme es esta rivalidad que existe entre el periodismo tradicional y el periodismo multimedia. Llamados por McAffrey, “sanguijuelas”, los blogueros arman toda una película y opinan del hecho. Deja a entrever que figuran más un oficio especulativo, quizás exacerbado, lleno de subjetividades y no representan un mayor aporte informativo.

En estos filmes sale a flote la realidad a la que se tiene que enfrentar tanto el periodista como el político, uno a ser presionado y el otro a ser asediado y más aún si comienzan a airearse secretos que son de interés nacional. La política y los medios de comunicación tienen una relación de dependencia ya que la política nació para ser cuestionada, debatida, para generar toda una dialéctica en torno a ella y de igual forma pero con otros elementos y recovecos, el periodismo necesita de la política para generar noticias, para establecer interrogantes. Existen circunstancias en las que la ética del cuarto poder cuelga de un hilo, en las que tal es la presión y exigencias del sistema, que este pierde su integridad moral y entra a ser juzgado. Sin embargo sin opinión, sin corroboración, sin asedio, sin romper las prohibiciones, sin un verdadero riesgo ¿De qué ejercicio periodístico hablamos? De una práctica ilusoria, fiel a su ética, que sepulta realidades.  


Por: Andrea Camba
Genero: Opinión

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