sábado, 17 de noviembre de 2012

La riqueza del balón




Latinoamérica es una región millonaria en recursos naturales y turísticos.  Sin embargo, y como ya es conocido, también es la región con mayor desigualdad económica en el mundo. Los suburbios de ciudades como Sao Paulo, Lima, Guayaquil,  acogen a millones de personas con servicios básicos precarios y una educación verdaderamente insoluble. En medio de la crisis económica en la que se debate el mundo,  existe un grupo de personas a quienes esta realidad no afecta: los futbolistas.

Un jugador de fútbol en un país tercermundista como Ecuador, puede llegar a ganar 45 mil dólares mensuales. Multiplicando esta cifra por el número de futbolistas, grupo técnico y empresarios de los equipos, cuyas ganancias son mayores, notaremos que las instituciones del fútbol manejan valores exorbitantes de dinero.

Contrariamente a esta verdad, los nuevos gobiernos de Centro y  Sudamérica, dan un discurso cada vez más homogéneo en el que resaltan la igualdad de los seres humanos por encima del capital, y en materia ejecutoria, se debaten leyes que consoliden ese ideal socialista.

Actualmente, el estado intenta incrementar su presupuesto fiscal basándose en la Ley de Redistribución del Gasto Social que permitiría conducir una parte de los ingresos del sector de la Banca, al desembolso de políticas públicas, por ejemplo.

Por otro lado, España vive una recesión económica que cree acabarse recién en 2014; mientras tanto hay miles de desempleados, entre ellos migrantes, intentando pagar hipotecas que los descolonizaron de sus casas. La educación cuesta más, al igual que el precio de los alimentos y combustible.

Irónicamente el país ibérico acoge al jugador de fútbol mejor pagado, con un sueldo neto de 350 mil dólares semanales; o como es lo mismo, 50 mil dólares diarios.

Hasta ahora todos ignoramos el destino del dinero que recibe Cristiano Ronaldo, pero concordamos en que a él no le beneficiaría tanto como a las miles de personas que ahora viven en crisis.

Creo necesario cuestionar la insensibilidad de las empresas del fútbol a escala mundial. No son empresas privadas, pues gran parte de sus ingresos es derivado de la asistencia del público a las canchas. Creo además que eso es motivo suficiente para que estas empresas se sumen al trabajo social que realizan los gobiernos. En los alcances ideológicos que hemos consolidado, es inaceptable que un solo ser humano sea propietario de tantos bienes materiales, cuando en cada rincón donde vivimos, encontramos un signo de pobreza.

Por Narcisa Rendón 

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