Latinoamérica es una región millonaria
en recursos naturales y turísticos. Sin
embargo, y como ya es conocido, también es la región con mayor desigualdad
económica en el mundo. Los suburbios de ciudades como Sao Paulo, Lima, Guayaquil, acogen a millones de personas con servicios
básicos precarios y una educación verdaderamente insoluble. En medio de la
crisis económica en la que se debate el mundo, existe un grupo de personas a quienes esta
realidad no afecta: los futbolistas.
Un jugador de fútbol en un país
tercermundista como Ecuador, puede llegar a ganar 45 mil dólares mensuales.
Multiplicando esta cifra por el número de futbolistas, grupo técnico y
empresarios de los equipos, cuyas ganancias son mayores, notaremos que las
instituciones del fútbol manejan valores exorbitantes de dinero.
Contrariamente a esta verdad, los
nuevos gobiernos de Centro y Sudamérica,
dan un discurso cada vez más homogéneo en el que resaltan la igualdad de los
seres humanos por encima del capital, y en materia ejecutoria, se debaten leyes
que consoliden ese ideal socialista.
Actualmente, el estado intenta
incrementar su presupuesto fiscal basándose en la Ley de Redistribución del
Gasto Social que permitiría conducir una parte de los ingresos del sector de la
Banca, al desembolso de políticas públicas, por ejemplo.
Por otro lado, España vive una
recesión económica que cree acabarse recién en 2014; mientras tanto hay miles
de desempleados, entre ellos migrantes, intentando pagar hipotecas que los
descolonizaron de sus casas. La educación cuesta más, al igual que el precio de
los alimentos y combustible.
Irónicamente el país ibérico acoge al
jugador de fútbol mejor pagado, con un sueldo neto de 350 mil dólares
semanales; o como es lo mismo, 50 mil dólares diarios.
Hasta ahora todos ignoramos el destino
del dinero que recibe Cristiano Ronaldo, pero concordamos en que a él no le
beneficiaría tanto como a las miles de personas que ahora viven en crisis.
Creo necesario cuestionar la
insensibilidad de las empresas del fútbol a escala mundial. No son empresas
privadas, pues gran parte de sus ingresos es derivado de la asistencia del
público a las canchas. Creo además que eso es motivo suficiente para que estas
empresas se sumen al trabajo social que realizan los gobiernos. En los alcances
ideológicos que hemos consolidado, es inaceptable que un solo ser humano sea
propietario de tantos bienes materiales, cuando en cada rincón donde vivimos,
encontramos un signo de pobreza.
Por Narcisa Rendón
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