Lo que hace bella nuestra vida es la forma de verla, esa
es la máxima aprendida de una joya cinematográfica titulada “La vida es bella”.
Pocas cosas impactan nuestra vida de manera positiva, ésta película lo logra
con creces. Si alguien duda de la existencia de Dios, “La vida es bella” hace
replantearte tu creencia, nos revela que la clave de la felicidad se encuentra
en nuestro talante.
De la manera más sencilla y práctica que define a Dios,
es el amor, y ésta película la da a borbotones. Hasta el corazón más incrédulo
ha bebido sorbos de amor manifestado en comunes mortales e inspirado por luces
celestiales. Dios nos inspira, nos enseña, y sabe que necesitamos de él, y
busca diferentes medios para comunicarse
con nosotros. Dudo que una mente humana haya sido capaz de crear tan perfecto
mensaje (La vida es bella) que solo un Dios perfecto es capaz de imaginar y ser lo bastante generoso como para compartir. Dios mediante esta película nos regala una analogía del
amor que hace más de 2000 años nos demostró.
En nosotros siempre ha estado la clave para ser
felices pero minimizamos nuestro poder para tal fin. Aquella clave se llama
“actitud”, y el personaje de Guido encarnado por Roberto Benigni nos da cátedra
de como dirigirla positivamente. Todos tenemos diferentes maneras de ser en cuestión de humor y temperamento, pero el éxito está en poseer
la mejor actitud a pesar de los reveses de la vida. Nadie escapa de los
problemas, preocuparse no resuelve los problemas del mañana, pero arruinan la
felicidad de hoy.
¿Porque priorizar la guerra sobre la paz? ¿Porque se recuerda más
los fracasos que las victorias?, ¿porque no nos dedicamos a amar en vez de
odiar? ¿Porque consumirnos poco a poco en
el negativismo y desperdiciar los años efímeros de nuestra vida? ¿Porque mirar
la espina, cuando podemos maravillarnos con la rosa?
El mundo está plagado del mal, pero nuestra vida no
tiene porque contagiarse. Al final en
nosotros esta la decisión de subir o no al barco del negativismo, para evitar
naufragar en el mar de nuestras penas
Por: Michelle Martínez
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