Ha pasado mucho tiempo
desde que el arte en Ecuador no se vende como una propuesta indigenista ligada
a un contexto social o político. Las vanguardias estéticas modernistas que
surgieron con Guayasamín o Tábara se desplazaron para dar paso a una nueva
generación de artistas jóvenes contemporáneos que proponen un arte más
híbrido. “Ya no existe un artista que se
defina como pintor o escultor, la cultura de especialidad está en desuso, la
vanguardia propone una migración a diferentes campos y ahora un artista puede
hacer de todo” dice Armando Busquets.
EL arte moderno muere
a finales del siglo 19 con todos los ismos (cubismo, fauvismo, expresionismo,
futurismo y el realismo). A partir de los años 1863 a 1960, fueron apareciendo
otras temáticas como el expresionismo abstracto, el pop-art y el minimalismo.
Ésta generación de artistas creían que el mundo estaba mal encaminado y
empezaron a trabajar en luchas como la libertad sexual, la libertad femenina,
la lucha de los negros, etc.
Pili Estrada,
directora de la Galería de arte No Mínimo, dice que: “Son personas que se salen
del molde social de la época para empezar a construirse en otros medios”. Así
es como llegamos al arte contemporáneo que se da como una respuesta a lo que
pasa en el mundo.
Pero, ¿qué sucede con
los registros de arte contemporáneo en Guayaquil? Existe una opinión compartida
de expositores, profesores y especialistas de arte. Ellos dicen que hay un flujo aproximado de
30 artistas Guayaquileños de 24 a 28 años que en la última década emergieron
con la aparición de escuelas de arte y
galerías.
De 90 estudiantes de
arte que entra cada año al ITAE, se gradúan aproximadamente el 20 % explica
Javier Patiño, rector de la institución: “Hay índices de deserción altos, no se
trata del ITAE sino de la carrera, las
artes visuales supone un esfuerzo intelectual y de trabajo físico”. Sin embargo,
los que han concluido, ahora trabajan como artistas. Ése es el caso de Anthony
Arrobo, ganador de un premio nacional de arte en Cuenca, que con solo 20 años
figura entre los mejores artistas plásticos reconocidos internacionalmente.
Otros como Ilich Castillo, José Hidalgo, Osvaldo Terreros, Juan Carlos
Fernández y Denis Navas exponen actualmente en las galerías del país.
“Se nota que el arte
contemporáneo está creciendo a diferencia de otras ciudades, el panorama mejoró
indudablemente” expresa Juan Carlos Fernández (el mago), quien pinta desde el
2008. ÉL concibe su obra como una ironía y protesta: “Pinto aborígenes, los
saco de contexto y los meto en lugares no comunes, como un aborigen corriendo
con zapatos Nick o tatuados con íconos de HelloKitty”. Su enfoque se da como
crítica a la tendencia actual de explotar la imagen del indígena.
Denise Navas tiene 23
años, ha participado en más de ocho exposiciones colectivas, una internacional
y otra individual. Graduado hace a penas
un año, ahora es profesor de dibujo 4 en el ITAE. Denise trata de crear una
conciencia crítica de la pintura y para la pintura: “No es pintar porque sí,
sino de producir una obra y que ésta sea digna de exhibirla”. Para él, una obra
no puede ser limitada bajo un concepto o una idea sino que se define bajo
motivaciones que se manifiestan en un diálogo intenso del paisaje con la
arquitecta.
Denise Navas -La ruina es el alma secreta de todas las construcciones
DPM abrió en el año
89, comenzó a formar un Staff de artistas exclusivos que para David no tenían
una línea visual única sino una propuesta de obra. La galería rompió con el
modelo tradicional de vender obras como una vitrina sin tener criterio de arte;
su propuesta fue crear un equipo y formar un concepto. “Mi galería es una
sociedad más de hecho que de derecho; expongo las obras durante un mes, luego
se quedan conmigo y a la vez represento a los artistas”.
“Buscamos hilos de
diálogo entre artistas de otras generaciones como Marcos Restrepo, Roberto
Noboa con artistas mucho más jóvenes como Anthony Arrobo, José Hidalgo” comenta
Iliana Hidalgo. Una de las cosas que hace no mínimo es colecciones colectivas,
no individuales: “El coleccionismo está iniciando, los espacios se están
abriendo, pero no hay un coleccionismo individual, necesita haber una escena
para que a los artistas les compren la obra”. No Mínimo trata de que los
artistas puedan vivir como artistas, mandarlos a residencias internacionales y
colocarlos.
En Guayaquil hay una escena más madura donde se
está formando una cultura de observador, la mayoría de galerías imparten
talleres con el fin de crear una mirada que cuestione al arte y al espectador. La
apertura de espacios y exposiciones muestran un contexto más profundo de lo que
parece ser una nueva generación de artistas plásticos en pleno apogeo.
Por Romina Córdoba
Ronald Mayer
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