
Todos aquellos que han entablado una
estrecha relación de amistad y laboral con ella, saben que su oficina en la
dirección de la carrera de Comunicación Social fue su pequeña casa. Carolina se
encontraba ahí desde las nueve de la mañana en punto hasta las siete u otra
hora que se la necesite por la noche. Permanecía sentada durante todas estas
horas para ver cuáles son las mejores decisiones a tomar por el futuro de “sus
chicos”, como acostumbra llamar a sus alumnos y también para escucharlos si es
que algún mal les aqueja.
Nació hace 46 años en el seno de una
familia matriarcal. Ella especifica esto no porque no haya existido la
presencia de un padre en su familia; sino porque en ella hubo más miembros
femeninos y eso hacía que el ambiente del que estaba rodeada sea lleno de
comunicación, detalles y demás cosas que solo en el alma femenina puede haber.
De ahí que haya sido sorpresa que al ser madre haya procreado 2 hijos. Ella con
mucho orgullo dice que su familia fue espectacular. Su padre fue un ser
racional al que ella siempre se mantuvo más apegada y siempre consideró
maravilloso por los asaltos filosóficos de los que ella era víctima aun cuando
tenía 5 años. Mientras que su madre fue aquella luz que la iluminaba y sacaba
gran sonrisa si se sentía mal alguna vez.
Lo que más recuerda de su etapa
infantil era la Navidad. No le daban Barbies, bicicletas o patines; regalos muy
deseados por cualquier niño. Sin embargo, ella ansiaba la llegada de ese día
porque su madre se esmeraba en conseguirles a ella y a su hermana, libros en
grandes cantidades para que sus vacaciones sean entretenidas. Para ella la
mejor Navidad que tuvo fue cuando le regalaron una jaba de cola Tropical. “Era
mi jaba, estaba tan feliz porque era mía y si alguien quería cola me tenía que
pedir a mí”, dice mientras ríe de solo acordarse.
Al llegar a la adolescencia lo más
probable es que la hayan tomado por loca. Carolina se quería dedicar a la
literatura y por ende a escribir libros. En esa época sus padres la miraban
como el contraste de su hermana. Ella quería estudiar medicina y tener su
especialización en cardióloga. La relación con su hermana durante su niñez era
la típica: golpes, peleas e insultos. Con el tiempo se convirtieron en mejores
amigas, situación que jamás pensó que ocurriría.
Pensó que la amistad entre ambas iba a
terminar. Esto fue lo primero que cruzó por su mente cuando se enteró de que su
hermana sufrió un accidente cerebrovascular que le dejó una discapacidad
permanente. Esto destruyó a Carolina internamente porque jamás imaginó que
precisamente a su hermana le ocurriría algo tal infortunio, por eso, le dedicó
a ella su novela Frágiles.
Estudió en la Universidad Católica
todas las materias de Literatura. En ese entonces, la literatura estaba muy
ligada a la pedagogía; a lo que ella rehuía porque no se veía como docente. Y por eso no consiguió ningún
título. Luego en la Laica terminó la carrera de Periodismo ya que de esa forma
compensaría lo que en la Universidad Católica no había obtenido.
Cuando ya estaba casada tuvo la
oportunidad de viajar a México para estudiar en una escuela de escritores. No
la desperdició porque siempre se vio en la necesidad de escribir y de hacerlo
bien para llegar al lector de manera que sintiera lo que sienten cada uno de
sus personajes.
Cada una de sus etapas como mujer han
sido especiales. La que más disfrutó, ha disfrutado y siempre
disfrutará es la de ser madre, aunque en un principio la espantó. Tiene dos
hijos que hoy ya tienen 22 y 23 años. Cuando estos eran unos niños eran
pacíficos y demasiado educados. Para Carolina el desastre empezó cuando sus
hijos alcanzaron la edad de 13 y 12 años, la famosísima “edad del burro”. Sus
hijos la hicieron sufrir durante el tiempo que duró, casi unos 5 años. “Yo
había mandado a la escuela unos muchachos pero me devolvían un par de
orangutanes” “Llegaban del colegio y dejaban la mochila detrás de la puerta
hasta el día siguiente; siempre me preguntaba si por si acaso no había un
debercito por ahí que hacer” dice Carolina mientras sonríe en ademan de
complicidad.
Lo más espantoso era ver las libretas
de ambos. Cada uno obtenía buenas calificaciones en las materias que estaban
ligadas a sus intereses y en las que no, siempre las calificaciones eran bajas,
siente que es por eso que sus hijos son lo que son ahora porque ella nunca
interfirió en ninguna de sus decisiones ni influyó para que eligieran las
carreras que ahora siguen Leyes y Medicina.
Es una mujer de hogar por eso no se
queja de que en cada uno de sus trabajos le hayan dado la oportunidad de no ser
tan absorbentes y así poder pasar más tiempo con sus hijos. Ahora que están más
grandes disfruta de ambos con sus distintas personalidades. El mayor solo habla
de temas de actualidad y política aunque para ella es el más variable porque en
cualquier momento puede hacer break dance por toda la casa, sin embargo con el
menor se puede reír todo un día.
Otra de sus pilares de resistencia son
sus amigos. Sin ellos, Carolina quizás jamás hubiera superado todos los hechos
dolorosos que han ido marcando su vida. Aunque de vez en cuando se olvida de
sus cumpleaños o no asiste a reuniones que ellos hacen, siempre los lleva en su
corazón y agradece que siempre la consideren parte de sus vidas.
Si ella se pudiera definir en una sola
palabra sería sobreviviente.
Claramente se cataloga así porque si ella hubiese estado esperando todos los
sucesos negativos que en su vida han ocurrido, quizás jamás hubiese soportado
la magnitud del dolor.
Los golpes más duros de Carolina fueron,
su divorcio, del que no quiso hablar, el accidente cerebrovascular de su
hermana que la dejó con una discapacidad y la muerte de su madre. Los dos primeros
llegaron al mismo tiempo, pero eso no detuvo su vida, siguió adelante y esperó
a que todo saliera bien. La muerte de su madre ocurrió durante el semestre de
clases del 2007. En esa época una estudiante con la que no tenía mayor
confianza le dio una nota que declaraba su gran admiración por ella y su apoyo
incondicional en aquellos momentos difíciles.
Trabajó en Telesistema y luego en
Ecuavisa por 12 años como directora del programa Complicidades y productora de
noticias de Televistazo. Ambos los consiguió por ser “niña buena y aplicada”.
Aunque su madre le había inculcado que el trabajo no llega solo sino que debía
buscarlo; para Carolina solo le costó ser buena en lo que hacía y lo logró.
Llegó a la Facultad de Filosofía como
profesora, luego pasó a ser encargada del Área de Comunicación y cuando salió
electa Cecilia Loor como decana le había prometido el puesto de Directora de
Carrera de Comunicación Social y Literatura. Puesto que ella nunca ansió, pero
que se lo ganó por méritos, uno de ellos por tener trayectoria por su labor en medios
ecuatorianos y por tener un plan de trabajo impecable ante todos los demás
aspirantes, pero la falta de un título de cuarto nivel hizo que abandone el
cargo.
Su carrera de escritora es de la que
más disfruta hablar. Ella siente que sus narraciones tienen parte de su vida.
La literatura, o por lo menos la que ella hace, se basa en fragmentos de sus
experiencias, no como las ha vivido personalmente, sino como ella quiere que
las viva el personaje. Su primera novela y actual creación literaria es
Frágiles; la incógnita de este libro se encuentra en su final. “Si yo no fuera
la autora, yo hubiera matado a Bruno”. Carolina Andrade confesó que en cada
idea que plasma dentro de sus obras, ella trata de recordar partes de su vida y
reflejar en cada uno de sus personajes y creaciones ciertas características
especiales que ella posee.
Carolina no tiene filosofía de vida.
Dice que no necesita imitar algo o alguien para sentirse bien. En cambio, lo
único que siempre tiene en mente es ser honesta con ella y con quienes la rodean;
ya que de esta manera ellos sabrán que Carolina siempre se muestra y habla tal
como es sin ningún tipo de rodeos.
Sus planes a futuro son inciertos.
Pero lo que si tiene en mente es ceder la batuta de su cargo de directora a
otra persona igual de capacitada. Aunque siempre huyó de de la docencia y el papel
estereotipado de profesora, ahora lo disfruta más que nunca. Como ser humano lo
único que anhela es poder morir en paz sabiendo que no le debe nada a nadie;
pero antes poder ver a sus nietos crecer. Entre risas, la escritora no descartó
la idea de ser cantante de rock un día. "Tiene que ser liberador el hecho
de pararse en un escenario, romper 3 guitarras y pegar alaridos, supongo que al
día siguiente uno amanece renovado".
Por: Andrea Camba V.
Genero: Perfil
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