La indignación
de centenares de trabajadores que cayeron sobre las aún existentes calles y
avenidas de Guayaquil acabó dispersa en el río Guayas. Los cuerpos de alrededor
500 hombres siguen perdidos.
La historia
explica que el día 15 de un noviembre desalentador, por cuanto la pobreza
llegaba a muchos, trabajadores del ferrocarril, electricidad, agua potable,
cervecería, jabonería y astilleros decidieron ser los primeros activistas del
siglo XX de esa ciudad.
La población
conocía la crisis en la producción local a causa de las excesivas importaciones. Los artículos de primera
necesidad eran escasos, el sucre se había desvalorizado (el dólar americano que
anteriormente se lo compraba a 2,00 sucres, se lo adquiría luego en 3,20). El
precio del cacao había declinado de 26 a 9 centavos en dos años, y el comercio
había sido brutalmente paralizado.
Es imaginable el
nivel de angustia de los guayaquileños en 1922. Ninguna autoridad trató de
reunirse con la masa para calmar la situación; todo estaba fijado en la
euforia, y los desmanes que causaban algunos
delincuentes mezclados entre los indignados, causaron alteración en la población.
Gallegos Lara,
quien tenía 13 años el día de la sublevación, testificó la tragedia en su libro
"Las cruces sobre el agua".
La novela se
concentra en exaltar la lucha implacable del movimiento sindical de obreros que
encabezaba la acción revolucionaria que terminó en el "primer baño de
sangre”. El pueblo solicitaba mejores salarios, reducción de las horas de
trabajo y libertad de sus líderes
detenidos días antes. No se les concedió nada.
El Ejército
Nacional, comandado por el general José Luis Tamallo, con sus batallones
Constitución, Zapadores del Chimborazo, Montúfar, Marañón, Artillería Sucre No.
2 y Cazadores de los Ríos, disparó sus fusiles contra la alteración deslindada
por todo el puerto.
El ruido fue
callado por las balas. Guayaquil no era en ese momento el mismo espacio de
movilidad extranjera y comercial atraída por el olor a cacao. Se había transformado en el punto del silencio
que más tarde formaría a una nueva era de revolucionarios, quienes se encargan
de resurgir la tragedia, pero más que eso, la valentía de sublevarse ante las
medidas incorrectas maniobradas por un gobierno. Los miembros del Partido Comunista
Ecuatoriano, cada 15 de noviembre, como una de las pocas fechas en las que se
muestran, dirigen cruces desde Lorenzo de Garaycoa hasta el Malecón 2000, donde
las terminan ofrendándolas al Manso Guayas.
Por: Narcisa Rendon
Genero: Reportaje
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